Más allá de la piel... mis letras

Decía un sabio de cuyo nombre sí puedo acordarme, Paul Valéry, poeta y pensador francés que vivió a caballo entre el XIX y el XX, que lo “más profundo está en la piel”. La frase me gusta. Es difícil conocer al prójimo. Por eso se hace imposible perdonarle. ¡Y no digamos confiar a sus golpes una mejilla! Lo único que sabemos del tipo que no somos nosotros, del otro que no soy yo, es que parece un alienígena con apariencia humana que espera una debilidad nuestra para eliminarnos de una puñalada láser en la espalda. El otro es aquel del que sólo vemos la apariencia, la piel de la que habla Valéry. Y ya podemos tratar de ser comprensivos que siempre se nos escapa un prejuicio o se nos escurre una crítica. Sólo a veces, gracias a la literatura, una de las técnicas de intimidad y penetración de personas ajenas más avanzada del mundo y sólo superada por un buen polvo, podemos sentir una mínima comunión con otra cabeza que la que alberga nuestros sesos. Para entender a los demás, a veces, debemos leerles. Escucharles cuando están presentes no parece dar buenos resultados. En el diálogo a dos bandas existen perturbaciones, contaminaciones acústicas y sobre todo, estamos demasiado pendientes de lo que vamos a decir nosotros mismos. Bioy Casares aseguraba no escuchar a sus contertulios, sólo miraba sus labios, desesperado porque esperaba que terminasen de hablar para poder empezar él con su monólogo en compañía. “Nos sentimos tan sabios cuando hablamos de lo que sabemos”, decía el egotista escritor argentino…

Kafka decidió en cierta ocasión comunicarse exclusivamente con su novia por carta y Flaubert no quería que le importunase demasiado su amante pero disfrutaba como un enano escribiéndole cartas de amor. Sade pedía que le devolviesen las que escribía a sus mantenidas de turno porque las escribía por el placer de ser escritor no para seducirlas.

El placer de la palabra. La avaricia del lenguaje. La comunicación mediante escritos por encima de la oral.

El problema se puede agravar cuando pensamos que el otro tampoco nos escucha y nos malinterpreta y nos juzga con prejuicio y desde sus propias y limitadas referencias personales. En cierta canción que me gusta citar de Morrissey(lo digo por disculparme si me repito) este dice con desesperación: “¿Cómo puede alguien saber como me siento? La única persona que veo por aquí en mí, soy yo”. En realidad resulta más humorístico que desesperado este simpático gruñón. Pero el tema es serio.

Hace poco, un compañero de trabajo del cine en el que pierdo algunas horas a cambio de ese poderoso caballero del que hablaba Quevedo, daba una apariencia que no se correspondía con lo que era. Una vez más. No quería acomodar, se escabullía cuando había que limpiar y se peleaba con la señora de la limpieza(vaya con la señora de la limpieza de la que pueden consultar vida y milagros en uno de los blogs de Noviembre de este año), apenas tenía más conversación que la próxima consola de videojuegos que compraría o el magnífico sushi que come en cierto restaurante con buffet libre. En la piel nos quedamos todos y apenas podíamos extraer algo más de él. Pero como dice otro sabio amigo israelí mío: “todo el mundo tiene algo que enseñagte”.

Para empezar, el lugar dónde come sushi Mr. P(así le llamaremos anónimamente), es ciertamente de lo más agradable. Los platos se mueven por tu lado en una cadena mecánica que se va reponiendo periódicamente, no tienes que levantarte, la comida es fresca y buena, el precio es razonable, el ambiente es agradable… Hhmmm. No me arrepiento de haber visitado dicho restaurante con dicho compañero y otro, Mr F., que también se ha dejado seducir por la comida nipona.

Y entre bocado y bocado y broma y broma surgió el tema de los blogs. Yo tengo este, el otro compañero del cine tenía su página Web y el colega del que hablo nos sorprendió diciendo que tenía su diario virtual. No le gusta leer pero le gusta escribir. Era de la modalidad de escritores diaristas. Disfrutaba con el pormenorizado detalle de su vida cotidiana. Al principio se mostró reticente a darnos la dirección pero finalmente lo conseguimos.

Fui a casa y leí. Me encontré con otra vida alternativa a la que imaginaba. El personaje “plano y arquetípico” del trabajo no acomodaba porque odiaba o temía al público, se hacía un mundo con la llegada del público, le tenía alergia a las operaciones de limpieza, le amargaba en definitiva un trabajo que para los demás era una rutina y en ocasiones una diversión. Pero había más. También era un alma que luchaba contra el deseo porque temía el rechazo del otro, o mejor dicho, de la otra. Había tenido una mala experiencia al enamorarse de una chica en el trabajo y todavía quería escapar de esa agonía que es el desamor(sobre todo el desamor adolescente). Me recordaba a mí mismo, un yo semiolvidado, perdido en el tiempo pero con el que todavía me puedo reencontrar en el futuro(espero que no). También hablaba de una mala experiencia con mala gente en otro trabajo. Y de las agonías de no estar a gusto en un lugar al que has de acudir por dinero. También las conozco. El personaje se me hizo más cercano mediante el blog que en persona. Ahora le respeto más que antes. Siento empatía hacia él.

Bien es cierto que con los amigos, esa empatía te la da una enorme cantidad de tiempo y vivencias compartidas que te los acercan hasta casi convertirlos en familiares(en ocasiones más que familiares a los que por otro lado, no siempre aprecias demasiado). No necesitas leer a tu amigo para entenderle(aunque he conocido facetas inéditas de Ozymandias mediante su blog, ciertamente). De todos modos, la escritura debería defenderse a toda costa como la mejor terapia para conocerte a ti mismo y la lectura de lo ajeno para conocer al otro y por ende, conocerte a ti mismo todavía más. También como el mejor “prejuicida” del mundo. En el libro “El fracaso de la inteligencia”, José Antonio Marina asegura que a mayor vocabulario en una persona, mayor comprensión del mundo. El lenguaje está intrínsecamente unido a la inteligencia y por lo tanto hemos de abastecer nuestro diccionario mental todos los días para ser mejores, para saber, para entender mejor lo que nos rodea y a quien nos rodea. También para ir más allá de la piel y conseguir que lo profundo no sea la superficie.

Puede que tu blog no tenga muchas visitas pero los que entren te conocerán mejor.

Ahora falta averiguar si eso es bueno.

La única solución: derecho de admisión. Sólo entras si me dejas entrar.

Te cambio mi blog por el tuyo. Esto es mucho más de lo que parece. No puedes pasearte por aquí libremente.

Y es que si el demonio o dios quisieran almas podrían dedicarse a leer blogs. Las derramamos en cada entrada que hacemos. Dejamos jirones de espíritu en la prosa que colgamos de la red.

Soy más cierto que nunca en estos párrafos que lees. Incluso cuando miento.

Comentarios

Imlaris ha dicho que…
Sr. Houellebecq, a ver si nos ponemos las pilas que sus seguidores necesitamos mas dosis de su pluma...
En cuanto a esta última entrada "Más allá de la piel... mis letras", me ha fascinado esa descripción de Mr.P... increiblemente fiel a la realidad (como diría el cochino amigo de Chicken little)... igualmente mi artículo preferido sigue siendo el dedicado a nuestra querida señora de la limpieza, todavía más fiel a la realidad si cabe.
Saludos y no dejen de entrar en mi nuevo blog.

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