I´m the end of the family line

Mi caso no será tan radical como el de esa bonita canción de Morrissey. No represento el final de mi línea familiar porque tengo una hermana que ya la ha extendido por su parte. De todos modos puedo hacerme la pregunta una y otra vez y siempre acabar respondiéndome algo diferente pero desde luego negativo: ¿Para qué tener un hijo?

Algunas personas me miran con extrañeza cuando digo que no quiero reproducirme. Supongo que les decepciona saber que mis perfectos genes se quedarán en mí. No habrá una mediocre segunda parte del “hacedor de blasfemias”. De todos modos, un hijo nunca es igual que un padre y a veces, ni siquiera se llevan bien. No hay más que ver el caso de Cronos y Zeus. El Titán Cronos, Dios del tiempo, había consultado al Oráculo que le dio una profecía dónde le avisaban que su hijo acabaría arrancándole los huevos y sustituyéndole. Por eso decidió comerse a su prole hasta que nació Zeus y se lo escondieron. A cambio le dieron piedras ocultas entre pañales. El tío, con un paladar bastante pobre, ni se enteró. Años más tarde llegó el hijo que no se había comido para cumplir la profecía. Estaba plenamente justificado en esta ocasión que el padre no “tragase” al hijo.

Pero no son esas mis razones. Yo no consulto el Oráculo. Ni siquiera miro al hombre del tiempo al final del telediario. El único futuro por el que me intereso es por el del horario laboral que cada semana fabrica mi encargado. Me interesa saber la hora exacta en la que tendré tiempo para rascarme los sobacos, eso que tanto le gustaba al escritor Bukowski. Pero dejémonos de “delicatessen” verbales. Hablo de un tema muy profundo. Mucho más polémico que el Islam.

Aquí el problema es grave. Si en cualquier lugar digo que no me quiero extender siempre tengo que acabar justificándome. Si la persona que me lo pregunta no me cae bien, cuando inquiere sobre mi no necesidad de hijos suelo ser comodón y algo evasivo con las respuestas: “no quiero tener hijos porque no me sale de la punta de la polla”.

Pero luego arremeten con otra pregunta no menos agresiva: ¿Y tu mujer no quiere? La respuesta en este caso suele más civilizada: no, no quiere, hemos decidido que ella no quiere. Para ese entonces mi contertuliano ya piensa que soy un talibán evadido de Afganistán cuando llegaron los americanos.

Y es que mis razones para no tener hijos me parecen tan obvias que me cuesta un gran esfuerzo explicarlas. De hecho, no entiendo las razones de los demás para tener hijos. ¿Se aburren? ¿No pagan bastantes impuestos? ¿Ya no les motivan ni el cine, ni los libros, ni el deporte, ni el sexo…? ¿Se les hace muy grande la libertad de un país democrático?

Dicen que tener un hijo es una experiencia muy bonita pero yo conozco gente que considera bonitas las películas de Steve Martin y sin embargo no suelo ir al cine a verlas. No puedes hacer caso de todo lo que te dicen. Puedes acabar militando entre las juventudes de ETA casi sin darte cuenta.

La naturaleza hace bien su trabajo, sin embargo. La gente asume que se tiene que multiplicar independientemente de sus creencias. Hace que muchas personas sientan placer al ver a su hijo crecer y decir sus primeras estupideces, o sus primeros pasos o pagar la primera hipoteca por los libros del colegio. También que se sientan felices cuando la mujer, una vez cumplida su misión biológica, sienta más interés por el bebé que por la polla del compañero(convertida en un instrumento secundario sólo interesante ante la posibilidad de repetir la maravillosa “experiencia”).

Pero todavía hay algo que me preocupa más. Todo el mundo puede ser padre o madre. Te piden exámenes para conducir un coche pero no te los piden para tener un hijo. Un coche sólo puede matar a varias personas en un accidente de tráfico. Un niño inconvenientemente educado puede convertirse en un Sicario Colombiano. Dicho de otro modo, habría que empezar a pensar en el modo de que no todo el mundo tuviera niños. ¿Pueden alimentarlos? ¿Pueden darles amor? ¿Pueden vigilarles cada vez que se suben a una silla y arriesguen su nuca? El problema del mundo es la gente que lo habita.

Hay una hermosa frase que dice “no hables si tus palabras van a ser menos hermosas que el silencio”. Yo creo también que es mejor no reproducirte si tu hijo no va a tener una mejor educación que tú. O por lo menos igual si eres hijo de un ministro.

Si me permiten arreglar el mundo les diré mi última teoría. Creo que sólo se reproducen o tienen necesidad de hacerlo los gilipollas. Normalmente hay un alto grado de sabios que no tiene ese deseo. Saben hacerse compañía a sí mismos. Y ese es el problema.

Da la impresión de que sólo el caos tiene deseos de salir adelante. Los más imbéciles y los más pobres suelen tener más hijos(por eso son imbéciles). Es por eso que no mejoramos. Por eso, y porque las cucarachas son las que más rápido se reproducen.

“¿Creced y multiplicaros?” Yo, como dijo el astuto Bart Simpson os digo: “¡Multiplicaros por cero!”

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