La burocracia: más en forma que nunca

Hace poco recibía la carta de una amiga que me pedía que la retocase un poco, que quería publicarla en un periódico. Yo, además de retocarla, la uso en mi blog. Narraba el proceso Kafkiano de buscar trabajo y el resultado de no haberlo conseguido. Espero que los diarios la publiquen debidamente recortada para encajarla en su escaso espacio reservado a la opinión pública. La carta es un bonito testimonio sobre la burocracia y su estulticia. Nada nuevo que agregar a nuestra sabiduría vital pero creo que es bueno recordar lo ya sabido. Sólo por si acaso hay algún despistado que se haya olvidado:

“Pasan los días a favor de mi desespero. Se me pasa la vida, sólo un poco más larga que mi vida laboral. Estoy a merced de cualquier clavo ardiendo.

Voy a la catedral del trabajo, la OTG más cercana. Allí las divinidades del empleo tal vez me quieran conceder algún favor laboral. Y así es. Cumplo los requisitos de una oferta-don. Es difícil ser un elegido en el Olimpo pero hoy parece jornada de puertas abiertas. Me acerco a la mesa dónde una funcionaria me concede su tiempo funcionario más una dirección y un número de teléfono de una empresa que tal vez me esté buscando a mí. Tengo cinco días para visitar dicha empresa y regresar a la oficina con el papel debidamente sellado en muestra de que realmente busco un trabajo(lo contrario supone perder el mísero subsidio que recibo).

Ya en casa uso el número de teléfono. Sorprendida, compruebo que no hay respuesta. Ni al día siguiente, ni al siguiente al día siguiente. Debí pensarlo antes. Para buscar trabajo hay que ir al trabajo. A distancia sólo funcionan los mandos del televisor o el DVD.

No necesité usar el ingenio de las ocasiones desesperadas porque tenía una dirección. Hacia esta me dirigí.

Era una fría asesoría. La chica que me atendió parecía asustada(claro, en ese ambiente…). Le expliqué que venía a entregarle el currículo y quería entrar en el concurso de aspirantes al puesto. Ella me escuchó y recibió tímidamente el papel pero me dijo que esperara un momento. Se dirigió al fondo, a los bastidores de la escena que representábamos dónde sólo se escuchaba la voz autoritaria de otra mujer. Un poco como el plano de una película de Woody Allen dónde una de las personas en escena sale de ésta y la cámara decide enfocar exclusivamente a la que se queda(aunque mantenemos contacto con la ausente mediante el diálogo que nos llega). En esta película Woody no quería hacer comedia. Por lo menos a mí no me hizo gracia.

El momento o el plano fueron largos. Tal vez llegué en mal momento. Tal vez tenían mucho trabajo. Pero cual no fue mi sorpresa al regresar la chica y explicarme que habían dedicado ese tiempo a deliberar si se quedaban o no se quedaban el currículo. Lo peor es que había ganado el no. Tenía que enviarlo por fax. ¿Por fax? Pero si ya estaba en la oficina… Le dije a la chica asustada que mejor se lo dejaba y esta, agitándose entre dos aguas, volvió a intentarlo. Pero la persona que no veía, la autoridad invisible, volvió a hacer tronar su negativa desde el anonimato de los citados bastidores.

Soy humana así que les hice llegar mi descontento. Simplemente dije lo que pensaba y lo que pensaba no era bueno.

Pero ahora viene el después. Me encuentro desamparada. No he sellado el papel con lo que puedo perder mi derecho a la miseria del subsidio(y más miserable es no recibir nada que poco). Por si fuera poco estoy hundida psicológicamente. He intentado seguir el protocolo, respetar minuciosamente las normas y las reglas de la burocracia y al final he fracasado. La realidad es tan inflexible como un muro de acero. ¿Por qué es tan difícil conseguir lo que según la constitución es un derecho?”

Y eso es todo. La protagonista está bien cuando decide ir a buscar trabajo a su trabajo. Lo realmente impactante es eso de la deliberación, de pedir un fax para lo que ya está allí, el ambiente frío de la oficina y el carácter asustado de la chica… En fin… A uno se le dispara la imaginación y piensa en posibilidades para un cuento o un cortometraje.

Al principio definía la carta como Kafkiana. Pues lo reitero. La era postmoderna sigue dándole la razón al autor de Praga. Ese hombre no pudo explicar mejor los vericuetos de una sociedad moderna o incluso postmoderna. De la suya y de la nuestra. La burocracia puede representar el orden pero también representa compartimentos estancos, escasa flexibilidad… Hmmm, un poco como los ordenadores. Tremendamente poderosos en cuanto a información se refiere pero estúpidos comparados con la inmensa capacidad de adaptación del cerebro humano. En otra sociedad más humana, alguien habría atendido al teléfono de la protagonista del relato. O por lo menos le habrían aceptado y hasta sellado el currículo. En la nuestra puede ocurrir que no. Seguimos reglas y pautas que se han de respetar pero que nadie, ni siquiera el que las ha creado, podría decir para qué sirven.

Cada vez somos más ordenados y eso me gusta. Sólo espero que eso no derive en hacernos más infelices.

La burocracia, después de todo, da más pena que rabia.

P.D. No, no, lo retiro. Da más rabia que pena.

Comentarios

Ozymandias ha dicho que…
Mucha, mucha rabia. Como esto siga así vamos muy mal. Ya no somos personas, ni siquiera números. Somos demasiados y el individuo no importa. Hasta que dinamita alguna sede pública...
Sergio ha dicho que…
Muy bien, V de valiente, visionario y vigilante. Veo que no debes visionar ciertas películas. Soy un dedo que pertenece a la Mano y te acabo de pillar. Vamos a ir a tu casa a quitarte todas las caretas y a darte unos azotes.

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