Infancia jodida




Hace tiempo que moldea su cuerpo en el gimnasio. No se le ha notado nada todo el esfuerzo que le dedica hasta que ha decidido comer menos y sobre todo saquear la tienda de golosinas del cine. Yo solía decirle cuando nos llevábamos mejor: “¿De qué te sirve hacer deporte si luego comes toda esa basura?”. Él adoptaba su mejor pose de chulo y me respondía que él comía lo que le salía de los huevos porque podía y porque estaba muy bueno de todos modos. Después me enseñaba su asqueroso vientre peludo y me decía que le tocase las inexistentes abdominales. Había que buscarlas y a mí me faltaban las ganas. Tengo homofobia. Me da asco tocar o ser tocado por un hombre. Pero el tío, que más bien parece tener homofilia me cogía la mano y me la restregaba por su barriga sudorosa. “Mira, mira qué abdominales… ¿Notas el cambio?” Después se echaba un buen montón de frutos secos salados a la boca y cuando terminaba se iba por chocolates variados. “El chocolate me quita las penas, ¿Sabes? ¡Y es afrodisíaco!”

Supongo que mi tercer encargado necesitaba el afrodisíaco para combatir el aburrimiento de sus largas tardes en el despacho meneándosela como un mono. Porque novias conocidas a lo largo de su vida, ninguna. Todas soñadas e inventadas.

Una vez me dijo que le comentase a la gente que yo le había visto besarse en el centro de Barcelona con una chica. “A ver qué pasa, a ver qué opinan las chicas al saber que estoy con alguien. A ti te harán caso, confían en ti”. Y le seguí el juego. Me daba un poco de pena.

Se pasó dos días preguntándome por las opiniones de las compañeras. Lo cierto es que nadie me creía o me miraban con extrañeza. “¿Seguro que le has visto a él con una chica?”

Y luego esa manía suya de tocar a todo el mundo y de hablarle de temas íntimos que le llevó a ciertas acusaciones por acoso. Un tema delicado que casi le cuesta la carrera.

Después de aquello lo pasó mal, estuvo un tiempo distante. Siguió la máxima que leyó en cierto libro que me hizo comprarle sobre autoayuda para hombres que quieren ligar: “mantén el misterio, no te ofrezcas a ellas del todo, ten un carácter…” Él lo resumía todo en ser borde. Y así le iba.

Lo tiene casi todo para ser feliz: un buen piso propio, un buen coche, un trabajo que le gusta y salud (y ha conseguido adelgazar y perder la afición por las chucherías a todas horas). Sigue necesitando una novia. No es feliz por esta carencia.

El niño marginado y apaleado de la infancia sigue en él. Nunca se mueve sin mirar hacia atrás. Hay un miedo instintivo continuo a que alguien le pegue en la cabeza cuando se gire.

Creeré en la psicología cuando esta consiga que la infancia de un individuo no le destruya el resto de la vida.

Comentarios

Comtessa d´Angeville ha dicho que…
"un buen piso propio, un buen coche, un trabajo que le gusta y salud (y ha conseguido adelgazar y perder la afición por las chucherías a todas horas)"


Entonces sólo eso es lo que hace falta para ser casi feliz??? Creo que yo soy demasiado exigente con mi felicidad...
RatWulf ha dicho que…
hola, soy Raúl, has dejado un comentario en mi blog para Galina y creo que te has equivocado. La conozco, pero si quieres decirle algo es mejor que se lo digas en el suyo directamente a ella. Y si no votaste en blogs personales, ya sabes, es "triste tener que pedir pero es más triste tener que robar"
Meryone ha dicho que…
en la sala de al lado hay un tío por el estilo

de esos que buscan tan desesperadamente que les vale cualquiera

una putada ser chica y amable todo a la vez

aunque no creo que haya tenido una infancia jodida, es así el pobre

un fantasma y bastante machista

de esos que pretenden protegerte antes de que se lo pidas (jamás)

no sé cómo se me había pasado tu actualización

besos

Entradas populares