El pedagogo juega con su sobrina


Coge sus juguetes y los arroja en cascada desde la bolsa, que hagan ruido y molesten a la vecina de abajo o a la abuela que trabaja en la cocina. Me siento en el suelo junto a ella y trato de ordenar ese desastre. No sé muy bien qué se puede montar con personajes de distintos tamaños, colores, ideologías y hasta de materiales. A pesar de todo ella quiere jugar conmigo y hay que improvisar. Monto infraestructuras. El pequeño trenecito saldrá desde la urbe bajo la mesa del comedor representada por una carroza invertida y con la portezuela abierta que será la única casa de esa ciudad (tenemos pocos medios). Allí sólo cabe un muñeco de escasos centímetros que regalaban en una pasada promoción de McDonals por la película “Ratónpolis” y que me recordaba en la vestimenta, la pose y la personalidad a la de cierto encargado mío en otros tiempos. El ratón dormirá en esa ciudad de escasa o nula densidad mientras se me ocurra algo mejor que hacer con él. Paralelamente hago subir al tren otros dos ratones: Mickey y Minnie (las ratas de ficción son muy queridas por los niños, en la realidad en cambio se suelen exterminar con productos químicos). Marco algunas pautas geográficas a seguir. El apartamento en la playa está a dos baldosas de la ciudad, la playa es otra baldosa muy bien delimitada junto al mueble de la televisión y el DVD más el TDT y los límites de este pequeño y surrealista ecosistema están junto a la puerta de la cocina. Ninguno de los juguetes de este “Toy Story” en vivo puede entrar allí y el castigo por introducirlos como espaldas mojadas o inmigración serán los gritos de la abuela que cocina o una cachetada en el culo de mi sobrina por pasarlos ilegalmente del lugar dónde han de permanecer al lugar dónde no deben pasar. El país dónde han de permanecer es el comedor. También está prohibida la carrera espacial (que es como decirle a mi sobrina que no arroje juguetes contra la lámpara de araña).

Volvemos a los habitantes de esta nación. Hay que darles trabajo en estos tiempos de crisis. Donald llama mi atención. Para mí siempre ha sido como el gandul de hamaca precursor de Homer Simpson. Decido ocuparlo antes de que aparezca su tío Gilito y le ofrezca otra tarea. Le hago revisor del tren dónde Mickey viaja con Minnie. Estos dos, por cierto, han olvidado pagar el billete y tienen que abonarle 30 euros de multa. Mi sobrina quiere ver el dinero. Yo también pero como no es posible recurro a la mímica. A ella no le convence mucho pero se resigna.

El apartamento de la playa al que llegan los ratones está ocupado por los Lunnis y Epi y Blas(dos tipos estos, francamente sospechosos). Hay algunas discusiones entre ellos. Las arreglan golpeándose un poco y acaban venciendo los personajes de plástico frente a los de tela y blando relleno de algodón.

Donald se ha bajado del tren y mi sobrina quiere liarlo con Minnie pero le digo que la reproducción entre un pato y una rata es más bien difícil, si quieren descendencia tendrán problemas. De todas formas en el mundo de las aves sólo los anátidos (patos,cines, gansos) tienen órganos sexuales externos. Esto significa que Donald y Minnie pueden pasar un buen rato y sin necesidad de preservativos.

Una de las Winx está tomando el sol representado por una lámpara de mesa con bombilla de bajo consumo junto a la baldosa que representa la playa pero llega una Nancy pija, le dice que el sitio es suyo y al final lo acaban arreglando con un pequeño soborno. La Winx se va volando de allí aprovechando que tiene alas. Pero la Nancy no ha hecho un buen negocio. El resto de juguetes masculinos no dejan de importunarla y decirle guarradas, incluso el cornudo de Mickey se apunta a los piropos soeces. Los juguetes libres mientras tanto, venden helados, alquilan sombrillas y tumbonas que improviso con periódicos y revistas o roban carteras(a la Nancy le roban la ropa mientras se baña).

Sigo sin saber qué hacer con el ratón dormido de la ciudad así que hago que se suicide.

El comedor es surrealista, parece un cuadro de Dalí. Y sin embargo, mi sobrina y yo le encontramos un sentido.

Al día siguiente la televisión anuncia sofisticados y caros juegos que mi sobrina no necesita. Poco a poco la estoy haciendo inmune a la Navidad (que está lejos pero nos amenaza igual y acabará llegando).

Coge sus juguetes y los arroja en cascada desde la bolsa, que hagan ruido y molesten a la vecina de abajo o a la abuela que trabaja en la cocina. Me siento en el suelo junto a ella y trato de ordenar ese desastre. No sé muy bien qué se puede montar con personajes de distintos tamaños, colores, ideologías y hasta de materiales. A pesar de todo ella quiere jugar conmigo y hay que improvisar. Monto infraestructuras. El pequeño trenecito saldrá desde la urbe bajo la mesa del comedor representada por una carroza invertida y con la portezuela abierta que será la única casa de esa ciudad (tenemos pocos medios). Allí sólo cabe un muñeco de escasos centímetros que regalaban en una pasada promoción de McDonals por la película “Ratónpolis” y que me recordaba en la vestimenta, la pose y la personalidad a la de cierto encargado mío en otros tiempos. El ratón dormirá en esa ciudad de escasa o nula densidad mientras se me ocurra algo mejor que hacer con él. Paralelamente hago subir al tren otros dos ratones: Mickey y Minnie (las ratas de ficción son muy queridas por los niños, en la realidad en cambio se suelen exterminar con productos químicos). Marco algunas pautas geográficas a seguir. El apartamento en la playa está a dos baldosas de la ciudad, la playa es otra baldosa muy bien delimitada junto al mueble de la televisión y el DVD más el TDT y los límites de este pequeño y surrealista ecosistema están junto a la puerta de la cocina. Ninguno de los juguetes de este “Toy Story” en vivo puede entrar allí y el castigo por introducirlos como espaldas mojadas o inmigración serán los gritos de la abuela que cocina o una cachetada en el culo de mi sobrina por pasarlos ilegalmente del lugar dónde han de permanecer al lugar dónde no deben pasar. El país dónde han de permanecer es el comedor. También está prohibida la carrera espacial (que es como decirle a mi sobrina que no arroje juguetes contra la lámpara de araña).

Volvemos a los habitantes de esta nación. Hay que darles trabajo en estos tiempos de crisis. Donald llama mi atención. Para mí siempre ha sido como el gandul de hamaca precursor de Homer Simpson. Decido ocuparlo antes de que aparezca su tío Gilito y le ofrezca otra tarea. Le hago revisor del tren dónde Mickey viaja con Minnie. Estos dos, por cierto, han olvidado pagar el billete y tienen que abonarle 30 euros de multa. Mi sobrina quiere ver el dinero. Yo también pero como no es posible recurro a la mímica. A ella no le convence mucho pero se resigna.

El apartamento de la playa al que llegan los ratones está ocupado por los Lunnis y Epi y Blas(dos tipos estos, francamente sospechosos). Hay algunas discusiones entre ellos. Las arreglan golpeándose un poco y acaban venciendo los personajes de plástico frente a los de tela y blando relleno de algodón.

Donald se ha bajado del tren y mi sobrina quiere liarlo con Minnie pero le digo que la reproducción entre un pato y una rata es más bien difícil, si quieren descendencia tendrán problemas. De todas formas en el mundo de las aves sólo los anátidos (patos,cines, gansos) tienen órganos sexuales externos. Esto significa que Donald y Minnie pueden pasar un buen rato y sin necesidad de preservativos.

Una de las Winx está tomando el sol representado por una lámpara de mesa con bombilla de bajo consumo junto a la baldosa que representa la playa pero llega una Nancy pija, le dice que el sitio es suyo y al final lo acaban arreglando con un pequeño soborno. La Winx se va volando de allí aprovechando que tiene alas. Pero la Nancy no ha hecho un buen negocio. El resto de juguetes masculinos no dejan de importunarla y decirle guarradas, incluso el cornudo de Mickey se apunta a los piropos soeces. Los juguetes libres mientras tanto, venden helados, alquilan sombrillas y tumbonas que improviso con periódicos y revistas o roban carteras(a la Nancy le roban la ropa mientras se baña).

Sigo sin saber qué hacer con el ratón dormido de la ciudad así que hago que se suicide.

El comedor es surrealista, parece un cuadro de Dalí. Y sin embargo, mi sobrina y yo le encontramos un sentido.

Al día siguiente la televisión anuncia sofisticados y caros juegos que mi sobrina no necesita. Poco a poco la estoy haciendo inmune a la Navidad (que está lejos pero nos amenaza igual y acabará llegando).

También me cuesta más y más convencerla de que quiero ver algo en televisión y que no me apetece jugar con ella.

Invento una epidemia de Ébola que los mata a todos y vemos una vez más “Peter Pan”.

Comentarios

.oO(MaryAna) ha dicho que…
jajajaja

Cuantos años tiene tu sobrina?
Meryone ha dicho que…
acaban de recomendarme la versión de peter pan con personitas. peter pan es maravilloso siempre

y starship troopers 2 tiene sus puntos divertidísimos. como buena peli con bichos feos y sangre verde

creo que me cae bien lo que va a salir de tu sobrina (aunque haya sonado casi a alien)

besos
Anónimo ha dicho que…
Genial. Así desarrolla su imaginación.

Pero mejor que no haya comprendido muy bien la relación entre Donald y Minnie....

De todas formas, mañana ya estará pidiendo el mp3, la nintendo.. Nadie escapa a la navidad.

Un saludo.
Meryone ha dicho que…
no es que yo sea heraldo de la parca, es que la gente no para de morirse...

y lo peor es que no hay demasiados que puedan sustituir a los que se van

por qué????

besos
LISS ha dicho que…
Jo me encanta!Me recordo ciertos juegos k yo hacia cuando era pekeña, aunk mi obsesion era sobre todo cortar el pelo de las nancis y ponerlas a todas punkis(era la influencia adolescente de mi hermano )...no se si es bueno k tenga tanta imaginacion, pork no he salido mu bien k digamos ...jiji
Bueno ahora en serio...brutal descripcion de este juego y esta complicidad k se ve a legua tienes con tu sobrina...No me importaria leer mas capitulos de este juego .Kiza podrian resucitar todos como zombies vivientes ;P
Besos :D

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