Paisajes mentales: Sexo
La
lengua en el pliegue de su sexo, con mi boca en el centro de su
intimidad, la misma boca con la que la había convencido de llegar a
esto o casi, no era un plan establecido, sólo hablabamos, a saber
cuando decidió que yo pasaba la selección y al menos en cuerpo se
entregaba, qué frase que dije fue decisiva y decisoria, o qué
discurso sobre la mesa de una cafetería me facilitó el progreso
para que tuviéramos orgasmos a medias, y si fué por lo que dije o
por cualquier otra otra cosa pero pienso que sí fue por eso, suelo
ganar más hablando que otra cosa (y si hay voluntad), aunque fuera
como fuera, la magia del sí femenino ya estaba actuando, tenía
libre acceso a los rincones más allá de su ropa interior, la última
frontera, un pase libre para sus pechos, esas protuberancias del
tronco femenino que casi siempre se reservan para los
preliminares(como si de por sí no fuese un placer y un clímax
tocarlos y besarlos), después de los pechos algunas dudas por su
parte, un momento de indecisión entre ir a más con el sexo oral
bajo la cintura o retroceder, entregarse a mí por fascículos,
finalmente otro sí que sumarle al placer y continuarla hasta el
final, el tiempo puede ser eterno pero el nuestro no, aunque ella
jugase precisamente con eso, porque las mujeres en algunos casos usan
el tiempo y el sexo con los hombres para medir la confianza, a más
citas más concesiones y sólo si demuestras ser digno, como al perro
al que le das el azucarillo porque sigue bien el adiestramiento,
ahora los besos, después los juegos de manos sobre la carne,
finalmente el sexo y tal vez sus variantes más perversas, siempre,
siempre si eres o demuestras ser algo más que uno que sólo quiere
ir de paso, aunque estas estrategias cada vez más son cosas de
adolescentes y menos de mujeres, o vete a saber, ellas nunca son
iguales, hay un mundo por cabeza, a veces iluminación artificial, a
veces miedo a la crudeza del día, a veces dulzura, a veces dureza,
en ocasiones y al principìo los complejos cubiertos por la oscuridad
y follar a oscuras, cada mujer a su ritmo pero decidiendo, al menos
en eso, y finalmente y si no eres un imbécil supremo, toda para tí,
tal vez una relación que valga la pena u otra que sea un infierno
aunque difícilmente lo son al principio, dejándome ya seguir mis
propios ritmos y hasta pidiendolos, suplicando un hombre porque sobre
la cama no existe el machismo ni el feminismo y se puede ser
políticamente incorrecto, mejor así, el caballero soy yo cuando voy
vestido, sobre la cama hay otras exigencias, entramos en otra
dimensión, y en el caso que describo la petición expresa de ser un
animal peligroso, era lo requerido, y parece que funcionaba y estaba
bien, todo al principio, siempre al principio, como si los primeros
días fueran una fábrica de los únicos buenos recuerdos que se
merecía una pareja, entendiéndonos y siendo tan distintos mediante
la carne, sabiendo que el cuerpo sólo tiene el modo sufrimiento y el
modo dolor y que luego viene la mente a complicarlo todo.